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Feria de Jerez

Los orígenes de la Feria de Jerez se remontan a tiempos inmemoriales. Ya durante el reinado de Alfonso X el Sabio, se celebraban en esta ciudad dos ferias anuales, en las que la compra y venta de ganado era el principal motivo de encuentro.

Estas ferias, con el paso de los años, comenzaron a adquirir un carácter más lúdico que comercial. Los jerezanos, ganaderos y tratantes de ganado en su mayoría, se reunían en el Parque González Hontoria, que se ampliaba hasta donde se encuentra actualmente el Palacio de Congresos y Exposiciones IFECA, para realizar su compra- venta, y tomar alguna que otra copita de vino mientras se llevaban a cabo las negociaciones.

Fue a principios del siglo XX, cuando comenzaron a instalarse las primeras casetas en el Real de la Feria. Los pioneros fueron los dueños de las bodegas jerezanas y los clubes que entonces había en la ciudad. Cada mes de mayo, los jerezanos acudían a su Feria; tres calles decoradas con bombillas de diferentes colores y farolillos en las que las casetas se alineaban ordenadamente y en las que se podían admirar los más espectaculares enganches así como los más bellos ejemplares equinos que desfilaban por el Paseo Principal, esquivando a los automóviles de época que, en aquellos años, tenían acceso al Parque.

Cada uno de los tres días que duraban la Feria entonces, eran verdaderos acontecimiento para la sociedad jerezana. Los trajes de faralaes no estaban tan impuestos en la Feria como lo están ahora, pero las mujeres hacían acopio de sus mejores galas para acudir al Real donde los hombres, vestidos de corto o con trajes de chaqueta y sombreros de ala ancha, esperaban en las casetas con sus copas de vino de Jerez; no se servía otra cosa.

Algunas cosas han cambiado, pero no todas; la fiesta, el ambiente y la diversión han llegado hasta nosotros con el paso de los años. Particulares reservaban las casetas en las noches de Feria y daban grandes fiestas a sus amigos, fiestas que se prolongaban hasta la madrugada. El Templete Municipal ofrecía cenas y veladas musicales. Los más pequeños también disponían de su feria particular. Laberintos, atracciones, tiovivos y tómbolas se disponían en el Real detrás de las casetas, así como una gran variedad de puestos y kioscos en los que se vendían marroquinería, bisutería, y algunas “chucherías” y golosinas.



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